sábado, 16 de junio de 2007

conversaciónes con Alberto Barrera Tyszka sobre Coetzee


“Atado de manos a los libros, estuve en París, con mosqueteros y jorobados; pero también en la Luna o en el centro de la Tierra, en el oeste americano o en lo más profundo de la India. Atado de manos a los libros también aprendí la diversidad: fui pirata, fui mujer, fui esclavo y negro, fui rey, mendigo, fui también un asesino... Leer es una experiencia intransferible y radical.”
ABT

Este sábado 16 de junio tomamos un largo café con Alberto Barrera Tyszka. Esa conversación fue como haber presenciado la realización del trozo de una película. Nos quedamos atrapados en sus palabras hilvanadas cual encantados por un espectáculo. Los mundos que ha llegado a conocer Alberto por los libros tocó el filamento emotivo de cada uno de nosotros. La presencia viva de semejante escritor nos estaba arrastrando hacia su admiración por John Maxwell Coetzee. Para Alberto, toda novela es un tono, y el tono que usa Coetzee es sólo de Coetzee, no se asemeja a nadie. Con Coetzee uno recuerda sólo a Coetzee, nos dice Alberto Barrera. Coetzee subvierte la naturaleza literaria y la dedica a la fragilidad humana.

Coetzee viene de la República de Sudáfrica, un país donde no hace falta hablar de violencia. Su capacidad de conmover, parte de esa violencia, por medio de ella Coetzee deja respirar sólo violencia, pero no hay calificación hacia nadie. Coetzee hace una literatura absolutamente política pero jamás llega a ser panfletaria. Lo maravilloso en Coetzee es que lo terrible es lo violento. En “La Edad de Hierro” todos somos de ese mismo lugar, estamos desamparados como cualquier niño huérfano, somos como el naufrago Róbinson, cuyo loro llamaba “pobre Robin”. El desarraigo, el barco en busca de provisiones, la desdicha, pudiera muy bien ser el país en que vivimos. Estamos en el tono de Coetzee.

En “La edad de hierro” una mujer habla sola, cuenta su trágica existencia, y no sabremos nunca si le responden. Ella, blanca, tiene intimidad con un negro en pleno apartheid, y por su historia, escrita a su hija que vive en otro país habla del mas despiadado de los infiernos, sin ningún culpable.

“...Démosle más bien una felicidad razonable; después hagamos que esa felicidad súbitamente se interrumpa” dice Coetzee

A Coetzee no le importa que es la ética, pero al final la tiene.

Gracias a ReLectura por esta maravillosa tertulia.
E. Zamora ©

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bueno, Eurídice!

Has llevado a este escrito los elementos más sustanciales de la "maravillosa tertulia" de Alberto Barrera Tyszka con el grupo Sírculo.
Por cierto, escrito muy bien hilvanado al cual le siento un tono de satisfacción.
Asimismo, te expreso mi admiración por la tenacidad y perseverancia que tuviste para concretar esta tertulia que tanto disfrutamos...gracias!

Un abrazo,

Miriam Mireles

Euridice Zamora V dijo...

En realidad la tenacidad, perseverancia y la preocupación por nosotros como grupo se lo debemos a ReLectura.