viernes, 20 de julio de 2007

el terciopelo de john maxwell coetzee



Sobre [la edad de hierro]


¡Qué fácil es amar a un niño y qué difícil amar a eso en lo que se convierte un niño!
Coetzee [la edad de hierro]

Es ella, una mujer blanca Sudafricana, tiene casa y jardín, carro, piano, -mal pero lo toca-. Jamás ha escuchado un ruiseñor y nunca lo oirá. Su martirio es similar al del mendigo negro que encuentra al final de un callejón al lado de su casa, con el que tiene en medio del apartheid, relaciones doblemente prohibidas. El día que su médico le da la tremenda noticia de que su enfermedad no tiene salida, conoce a este visitante que no es precisamente un ángel. “ Más bien un insecto, salido de detrás del zócalo en busca de migajas cuando la casa está a oscuras”
“un visitante, llegado para castigarme, precisamente en este día”

(me acordé del film francés “CACHÉ” [“escondido” en español]. 2005 dir. M. Haneke, lo proyectaron en el último festival de cine francés) Si, uno siente culpa de la miseria material de los demás y no sabe porqué, - sin tenerla, por supuesto-, se sospecha que se es perpetuamente perseguido por alguien al que darle cuentas.
Siento tristeza a propósito del mundo, de la existencia humana, diría Woody Allen.

En un principio el inesperado huésped de la parte trasera de la casa, sólo marca una presencia, un imperceptible y extraño olor. Aun así, ella, se expone más a lo infrahumano, ve su derredor infame, bañado de pura miseria, pero, toca la felicidad. ¡Toca la felicidad en la miseria! A veces la vida se comporta así, dificultosa pero bella contradicción, desechemos esa moraleja. Si cada quien escribe desde su lugar, entonces desde los ojos de Coetzee la miseria parece terciopelo. Y Coetzee, descontando pretender la certeza, descontando resentir una célula originaria del mal.

Sudáfrica sin aspavientos políticos, pero sin tregua a la miseria, todo es peor, a nadie le puede importar la muerte ni de ella ni de un mendigo.
El libro es una larga carta a la hija casada que vive en un país de abundancia, por allí, por Norteamérica, insiste que en realidad se está escribiendo a ella misma. Trata de encontrar su inexistente cura, su tratamiento imposible.

Termino el libro, no hay respuesta, no la hay. Nadie le responde.

¡Qué fácil es amar a un niño y qué difícil amar a eso en lo que se convierte un niño!
Coetzee [la edad de hierro]
Hace una semana lo creía así, en algún lugar de este poderoso libro rueda esa frase, hoy me parece distinto, creo que es más fácil amar a aquello en lo que se convierte ese niño, supongo que me entendería más.



Otra pregunta para A. Barrera Tyszka
¿Cuál es el mejor libro que ha leído?

-Por suerte, con el tiempo, a medida que vamos cambiando, también los libros van transformándose, variando. Incluso el mismo libro, leído en diferentes momentos, es otro, siempre. Ni mejor ni peor. Extraordinario.