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Sírculo
" En este mundo dominado por el mal, nadie se salva por la Fe, sino por el conocimiento" Gnósticos
lunes, 10 de febrero de 2014
Ave Fénix "Sirculo"
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viernes, 7 de enero de 2011
Consejos para escribir
Extraído del Blog: http://consejosdeescritores.blogspot.com/2008/06/veinte-consejos-veinte-sobre-escritura.html
1. Lo primero: conoser vien la hortografia.
2. Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que usted no caigan en aquello errores.
3. Ponga comas puntos signos de interrogación o dos puntos rayas siempre que corresponda si no poco se entienden las relaciones entre las palabras la jerarquía entre las ideas. Y cuando, use los signos de: puntuación, póngalos; correctamente!.
4. Lo mejor es esquivar la reiteración de sonidos en la oración. La proposición es buscar una opción que no rime con lo dicho con antelación.
5. Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido reiteradamente.
6. Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las más enaltecidas ideas.
7. Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios. Tratando siempre, sobre todo, de no estar empezando una frase con uno.
8. Correcto para ser en la construcción, caer evite en trasposiciones.
9. Tome el toro por las astas, haga de tripas corazón y no caiga en refranes comunes. Calavera no chilla.
10. ¡Voto al chápiro!... creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas que obscurecen el texto.
11. Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es.
12. ¡¡¡Por el amor de Dios!!!!, no abuse de las exclamaciones. NI de las Mayúsculas. Recuerde, además, que la cantidad de puntos suspensivos es siempre fija....... (¡solo tres!)
13. Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribáis.
14. No utilice nunca doble negación.
15. Evite usar el adjetivo "mismo" como si fuera un pronombre; el mismo está para otra cosa.
16. Aunque se usen poco, es importante emplear los apóstrofo's correctamente.
17. No olvide poner las tildes que correspondan. Mas aun cuando es importante conocer cual es la significacion de una palabra, en caso de que haya una opcion con tilde y sin ella.
18. Procure "no poner" comillas "innecesariamente". No es un recurso para "resaltar" sino para "mencionar" una "voz ajena" al texto.
19. Procurar nunca los infinitivos separar demasiado.
20. Y con respecto a frases fragmentadas...
Consejos a un escritor por Antón Chéjov (1860-1904)
Extraído de: http://www.fuentetajaliteraria.com/catalogo/libro.php?id=44
Desde 1879 hasta 1904, Antón Chéjov mantuvo, una intensa correspondencia con escritores, familiares y amigos. Se estima que escribió cerca de cuatro mil cartas, de las cuales se han publicado hasta hoy en la edición rusa de sus obras completas unas tres mil quinientas.
Desde su experiencia como escritor y en calidad de lector crítico y honesto, Chéjov ofrece valiosos consejos prácticos a los escritores que le remiten sus cuentos, narraciones, obras de teatro o incluso poesías. Entre sus destinatarios encontramos a jóvenes autores como Gorki, aprendices de escritores como su hermano Alexánder, a su amigo y editor Alexéi Suvorin o a directores teatrales como Stanislavski.
Las cartas de Antón Chéjov son un documento fundamental sobre su propia obra y constituyen una de las más profundas y originales reflexiones teóricas modernas sobre el cuento, el teatro y la creación literaria.
La traducción de estas piezas ha sido vertida directamente del ruso por Jesús García Gabaldón, autor también de la selección y del prólogo, y Enrique Piquero Cuadros.
Lee las tres cartas escogidas de Chéjov en formato pdf.
http://www.fuentetajaliteraria.com/catalogo/_img_libros/44/tres_cartas.pdf
"Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras."
Truman Capote, narrador
sábado, 11 de diciembre de 2010
¿Qué puedo decir después de..?
En blanco y negro se desarrolla una historia romántica que tarde o temprano,te arruga el corazón. De la película una de las cosas que más me complació fue observar una de las escenas con el mobiliario que Dumas describe con tanto detalle. El vestuario tan exacerbado. Me pregunto, ¿cómo se lavaban esos vestidos, quien los planchaba? Las flores y los velos en los sombreros, ¿Quién los elaboraba? Me lo pregunto porque en una época de cocheros y caballos, se puede uno imaginar la suciedad en las calles. Si la electricidad llego a las calles a finales del siglo XIX, me pregunto ¿cómo era la temperatura del agua con la que lavaban los vestidos en pleno invierno en París? Sin lavadoras ¿dónde se realizaba esto? Pienso en un París lúgubre, frío y húmedo donde no había secadoras para la ropa. ¿Cómo se secaban tantos trapos? ¿Cuánto costaba un vestido de Camelia? ¡Si hoy día uno simple de algodón cuesta casi medio salario mínimo! En fin una serie de preguntas me mortifican cuando leo una novela del siglo pasado.
En el libro me identifico con la premisa del primer párrafo: "Como no he llegado aún a la edad de inventar, me limito a relatar. Me gusta escribir lo que he vivido". Eso de inventar, me cuesta mucho, y leerlas aun me cuesta más. Para que inventar si hay tanto que contar! Quizás sea el secreto del “esnob” hijo de Dumas, ¡contar una historia escandalosa!
Es la historia de un amor hace ciento sesenta años, en la casa de una entretenida. El autor llama al amor que experimentaba “una afinidad de fluidos” y creo que no ha cambiado nada el amor desde entonces. Ahora lo llamamos “química” pero es la mejor definición que he leído “afinidad de fluidos” en fin, no todos saben de química, sin embargo, sabemos de afinidades y ¿fluidos? Con ellos lidiamos todos los días!!! Solo así se puede compartir un lecho de amor, o de pasión, porque un lecho entretenido me es difícil de imaginar.
Es interesante lo que Dumas piensa del entretenimiento, palabra más digerible que prostituta para mi gusto. Dice: “estoy sencillamente convencido de un principio, y es este: para la mujer que por su educación no ha aprendido el bien, Dios abre casi siempre dos senderos que la hacen volver a él, esos senderos son el dolor y el amor” ¿será? ¿Que el dolor o el amor nos llevan por el buen camino?
Hace 160 años comenta que la “humanidad se encuentra desde hace 15 años en uno de sus impulsos más audaces”, ¿Qué pensaría de estos tiempos? ¿Vertiginoso impulso? o locura total…
Cuando dice “y yo que habría querido sufrir por aquella mujer, temía que me aceptara excesivamente de prisa y me concediera excesivamente pronto un amor que yo hubiera querido pagar con una larga espera o un gran sacrificio. Los hombres somos así, y es una suerte que la imaginación deje esta poesía a los sentidos y que los deseos del cuerpo hagan esa concesión a los sueños del alma” me cuesta pensar que son manipulaciones groseras de la sensiblería. Hoy día siguen vigentes en las relaciones humanas y es precisamente la ausencia de ellas que ha diluido el cortejo en el amor y por ende la fragilidad de las mismas. ¿Qué sublime niñería la del amor?
Camelias fragantes
Por Mario Vargas Llosa Para LA NACION
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Sábado 17 de setiembre de 2005 Publicado en edición impresa
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SALZBURGO
Hacia 1840, según dice la leyenda, un granjero normando, menesteroso y sin escrúpulos, vendió su hija de 16 años a un aristócrata, el duque de Guiche, quien, además de hacerla su amante, enseñó a la muchacha literatura y buenas maneras. Ella se llamaba Alphonsine Plessis, pero se rebautizó Marie, porque sonaba mejor y menos popular. Todo indica que era una joven inquieta, además de bella, y en los siete años que le quedaban por vivir, antes de que la matara la enfermedad romántica por excelencia, la tuberculosis, se las arregló para convertirse en la cortesana más famosa de París, en modelo de una de las heroínas más imperecederas de la novela, el teatro, la ópera y el cine -bajo los nombres de Marguerite Gautier, Violetta Valéry, Camille y varios más- y en una excelente lectora. Según John W. Freeman -de quien tomo estos datos- al casarse con el conde Edouard de Perrégaux, pocos meses antes de su muerte, a los 23 años, la hija del granjero tenía en su apartamento parisiense una biblioteca de dos centenares de volúmenes.
Uno de sus muchos amantes fue un hijo ilegítimo de Alejandro Dumas (el padre de D´Artagnan y los tres inolvidables mosqueteros); un gacetillero, incansable escritor de mediocridades narrativas y teatrales, que firmaba con el mismo nombre de su progenitor; un esnob y reaccionario de polendas que alcanzaría poco menos que la inmortalidad gracias a una novela de escándalo en la que recreó, velando apenas los nombres de las personas reales que la inspiraron, la vida y milagros de Marie Plessis: La dama de las camelias, aparecida en 1848.
Este libro ha hecho y hace llorar todavía a millones de personas en el mundo, ha sido traducido a todos los idiomas imaginables y ha servido de fuente nutricia a genealogías de melodramas. Su historia ha sido recreada desde entonces por doquier y con pequeños o grandes acomodos. La verdad es que, si este libro no hubiera sido escrito y, sobre todo, tan imitado, ni el teatro ni el cine ni la música ni la pintura de nuestro tiempo serían lo que son.
¿Por qué una tan mediocre, convencional y truculenta novela, repleta de lugares comunes, escrita sin nervio ni fantasía, que manipula tan groseramente la sensiblería de los lectores y exhibe una moral tan falsa, puede alcanzar una audiencia tan descomunal? Es uno de los misterios de la literatura en particular y del arte en general. La dama de las camelias no es el primer caso, ni será el último, en que un muy mediocre producto artístico consigue, como si hubiera sido esperado ávidamente por un vasto público, llenar un vacío, satisfacer un apetito psicológico, moral o intelectual, que las más grandes realizaciones del arte o la literatura son incapaces de llenar. Ocurre que, en ciertas épocas, no es de una vida alternativa, de un mundo de estricta ficción de que tiene urgencia el gran público, sino de esa chata y cruda realidad de que se alimentaba el folletín en el siglo XIX (o la telenovela de nuestros días).
Sin proponérselo ni siquiera sospecharlo, Alejandro Dumas, hijo, consiguió con La dama de las camelias tocar una cuerda profunda de la realidad humana y hacer sentir a hombres y mujeres de su tiempo que la tragedia encarnada por Marguerite Gautier y Armand Duval los representaba con fidelidad, que era "la vida misma hecha arte". En cierto sentido, tenían razón, ya que el melodrama está más cerca de la vida real que el drama o la tragedia, la subliteratura que la literatura. El arte no es la vida, es "otra" vida, recreada y distinta de aquella en la que estamos inmersos, tan distante de la real como la que separa a la lacrimosa heroína de la novela de Alejandro Dumas, hijo, de la Emma Bovary de Flaubert.
Para aprovechar el éxito de su novela, el autor de La dama de las camelias hizo de ella una adaptación teatral que se estrenó el 2 de febrero de 1852, en el Théâtre du Vaudeville y que fue, asimismo, inmensamente popular. La leyenda dice, también, que uno de los primeros espectadores, tocado en el fondo del alma por el ignominioso destino de Marguerite y Armand, fue Giuseppe Verdi, que se encontraba en París con su amante y futura mujer, Giuseppina Strepponi. La impresión fue tan fuerte, que, según una carta que escribió tiempo después a una sobrina, el compositor italiano comenzó, la misma noche en que asistió al espectáculo, a concebir la música que un par de años después sería la de una de sus obras inmortales: La traviata. Compuesta a los cuarenta años, inmediatamente después de dos de las cumbres señeras de su producción, Rigoletto e Il trovatore, aquella ópera, estrenada en Venecia el 6 de marzo de 1854, sería una de las más representadas en la historia de la ópera y contribuiría, más que ninguna otra, a acuñar los rasgos que definen a aquél entre los más grandes creadores de todos los tiempos.
Es otro de los grandes méritos de Alejandro Dumas, hijo: haber inspirado, gracias a su novela, una obra genial. La historia que el libretista de Verdi, Francesco Maria Piave, adaptó, no escamotea nada de las truculencias y retorcimientos sentimentales de La dama de las camelias; por el contrario, todo ese mundo excesivo está allí, e incluso exagerado y distorsionado hasta unos extremos en que el melodrama deja de serlo para convertirse en poesía, en una desalada y delirante historia que abandona toda pretensión de realismo y luce, ufana, su total excentricidad.
Los lamentos, vituperios, llantos, las crisis y conflictos morales, gracias a la turbadora sinceridad de la música que Verdi concibió para ellos, llegan a los espectadores como incontrovertibles testimonios de los desgarramientos y la gloria del amor, de las jugarretas del azar, de la imprevisibilidad del destino y la miseria de la condición humana. La ficción se convierte en vida, la mentira en verdad. Debo de haber visto una media docena de versiones de La traviata y nunca dejé de advertir a mi alrededor gente que lloraba ni dejé de echar yo mismo cada vez algún lagrimón. Pero en el montaje de La traviata presentado hace unos días en Salzburgo, con la orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Carlo Rizzi, y Anna Netrebko y Rolando Villazón en los roles de Violetta Valéry y Alfredo Germont, no fue sólo llanto, sino una verdadera tormenta sentimental la que manifestó un público arrasado por la emoción. Como si los elementos se plegaran a la circunstancia, aquella tormenta en la vasta Grosses Festspielhaus hacía eco al diluvio que, afuera, despedía con rayos y centellas el verano en la ciudad de Mozart.
Un tema que apasionó a Borges y le dictó algunos de sus mejores cuentos fue el del hombre que, en un momento de su vida, se encuentra con su destino, es decir, con un hecho, persona o situación gracias a los cuales comenzará a ser él mismo, a realizar y vivir algo que hasta entonces estaba oculto en su peripecia vital, que sólo a partir de ahora resplandecerá en todo lo que haga y dará a su vida sentido y justificación. Escuchándola cantar y viéndola actuar y moverse por el enorme escenario sumido en el pálido resplandor de las noches de orgía, cercada por la nube de sus galanes, o feliz en la intimidad campestre refulgente de camelias donde se ha refugiado para vivir su nuevo amor, o en la turbia penumbra de su agonía, la soprano rusa Anna Netrebko parecía el personaje borgiano que encontró su destino y vivió el milagro de la metamorfosis ovidiana.
Era solamente bella y una cantante de voz bien educada, como recuerdan todos los que la vieron y aplaudieron hace dos años haciendo de Doña Anna, en el Don Giovanni de Mozart. Ahora es una aparición, un fuego fatuo, un mito, una fuerza de la naturaleza de sexo femenino que se agiganta y ocupa todo el espacio teatral cada vez que se descalza o alza su copa o desafía al mundo, y cuya voz, cuando estalla en la exaltación del placer en Sempre libera o coquetea y enloquece al joven calavera que es Alfredo Germont o se insinúa o se desgarra bajo el peso del chantaje sentimental al que la somete el padre de su amante, y parece con la cercanía de la muerte desvanecerse en un punto inimaginable de delicadeza e ingravidez, será ya imposible de disociar, para quienes la hayan oído, de Violetta Valéry.
Dicen los viejos que oyeron a la Callas en este mismo escenario, encarnando este papel, bajo la batuta de Von Karajan, que aquella maravilla fue también una desgracia, pues ya nunca más pudieron ver otra representación de la ópera de Verdi sin que el recuerdo de aquélla les corrompiera la nueva versión. Para mí, y creo que para muchos más, aquella fugaz y desmesurada heroína tendrá, a partir de ahora, la silueta y los rasgos y sobre todo la sonora presencia de Anna Netrebko. Y de nadie más.
Se puede ser una extraordinaria cantante y una pésima actriz, aunque no sea lo más frecuente. Lo es el que una buena cantante interprete pasablemente su rol y, si tiene buena voz, las deficiencias de su actuación se disimulen y se olviden. Pero es muy poco común que una cantante de ópera, al identificarse tan totalmente con la heroína a la que encarna, alcance igualmente tales topes de fuerza dramática, sutileza y novedad, que sea imposible decir qué hizo mejor, si actuar o cantar, o si, como en el caso de la soprano rusa posesionada del personaje de Violetta Valéry, haga tan extraordinariamente ambas cosas que la una parezca potenciar y perfeccionar a la otra y viceversa.
La ópera no es solamente una partitura y unas voces; es también una historia, un entramado de relaciones humanas en que los grandes temas, el amor, el destino, la muerte, el azar, la guerra, la injusticia, la soledad, la amistad, el placer, el odio, comparecen en unos seres que, en un escenario, dialogan y comparten unos trozos de vida. Y precisamente porque esa historia no está dicha sino cantada, es decir, porque en una ópera lo ficticio de la representación está llevado a su máxima expresión -a su total irrealidad- es imprescindible que, además de la destreza y la perfección con que la partitura es interpretada por los músicos y los cantantes, éstos sean también capaces de encarnar sus roles por lo menos con la solvencia de los buenos actores. Ocurre muchas veces, por fortuna. Pero muy rara vez lo que en este montaje de La traviata.
Anna Netrebko -hay que decir que soberbiamente acompañada por el mexicano Rolando Villazón en el papel de Alfredo y de Thomas Hampson como Giorgio Germont- es una deslumbrante soprano y una actriz sin igual. En el primer acto, cuando en el apogeo de su vida libertina es la reina indiscutida de la noche parisiense, parece un coágulo de vida que borbotea felicidad, el ángel de la lujuria y un espejismo, codiciada por todos y conquistada por ninguno, complaciéndose en su fosforescente juego de atraer y esquivar los deseos de sus galanes, provocándolos y rehuyéndolos y volviéndolos a conquistar. La grácil figurita que camina como danzando y danza como flotando y flota como explorando los precipicios del deseo es una llama viva, que abrasa su derredor, incendiando a las comparsas en el escenario y al público por igual, yendo y viniendo y escurriéndose entre sus admiradores en un remolino que es plástico y musical a la vez.
Parecería que tanta gracia y belleza serían difíciles de superar. Y, sin embargo, en el segundo acto, primero exultante en brazos del amante que, cree, va a redimirla y garantizarle un futuro de dicha y aventura, y, luego, rota en pedazos por la potencia de la voz de la razón (del prejuicio y las convenciones sociales que personifica Giorgio Germont), Violetta Valéry se supera a sí misma, insuflando a su personaje calor y verdad gracias a la desenvoltura y los matices de ternura, desgarro y sinceridad de que lo impregna, viviéndolo y cantándolo con acentos y sutilezas que lo depuran de todo lo que en él es truco y lugar común.
Siglo y medio después, gracias a Anna Netrebko, las camelias de la cortesana Maria Plessis siguen tan lozanas como el primer día.
sábado, 19 de junio de 2010
Después de un Silencio, un buen reencuentro...
El grupo de lectura satánico
Rossángel – Hoy me cansé de tratar que mis amigos se reúnan a leer. Me puse a buscar en Internet grupos de lectura para saciar mi necesidad de leer que mis amigos no comparten. Encontré en Internet un grupo llamado “Sirculo”. Aceptan nuevos integrantes. Les voy a escribir a ver si me aceptan.
Ingrid - Hoy me llegó un correo: Resángela quiere entrar a nuestro grupo de lectura. Yo le respondí que con mucho gusto la aceptábamos y que nos reuniríamos en mi casa el próximo sábado. Llamé a Carlos para informarle que teníamos un nuevo miembro en nuestro grupo. Le comenté que nos había visto en Re-lectura y que me había escrito para ver si la aceptábamos. Le sugerí ir buscando el libro que habíamos acordado leer para ese mes.
Rossángel – Ya me contestaron y me aceptaron sin mas ni mas. Que extraño! Sera un grupo verdaderamente sano. Porque me aceptaron tan rápido? Me puse a averiguar sobre los integrantes. Los busque uno por uno en Facebook. La mayoría no tiene foto. Me parece extraño. Será un grupo satánico escondido detrás de un grupo de lectura. Tendré que tomar mis previsiones. Voy a averiguar donde se reúnen y pasaré para ver el lugar. Me llevaré a mi mamá y a mi tía para que sepan donde estoy y tomaremos precauciones.
Ingrid – Le escribí a Carlos para decirle que nuestra nueva integrante está muy interesada en entrar al grupo, me pidió la dirección y cuando nos reuniríamos. Que ya compró el libro y lo está leyendo. Estoy contenta, siempre nuevas personas quieren integrar al grupo, pero después de la primera vez, no regresan. En fin, espero que esta sea más constante Le dije que el domingo nos reuniríamos. Carlos puso la hora muy temprano, así que tendré que apurarme a limpiar la casa para recibirlos.
Rossángel – Tengo todo planeado. Me voy con mi tía y con mi mamá, nos vamos temprano para captar la zona. Luego llego a la puerta con ellas para ver quién me recibe y como se ve la cosa. El teléfono en mano por cualquier emergencia. No me llevo la cámara. Capaz de que sea un grupo de gente que reúne a extraños para robarle. Solo el celular para cualquier emergencia
Ingrid – Hoy es sábado y tengo mucho que hacer. A las dos nos reunimos tengo mucho que hacer. A la una me llama Rosangela que no encuentra la casa, que está perdida. Yo un poco molesta porque aun no termino y ya alguien está buscando la casa le digo de mala manera que se pasó la casa. Que está muy arriba de la calle, que tiene que bajar, pero que la reunión es a las dos de la tarde que aun no hay nadie por aquí. Llamo a Carlos y le pregunto dónde está y me responde que va a llegar tarde porque tiene una emergencia. Molesta le hago notar que estoy sola en la casa y que tres personas pasan en un carro amarillo varias veces en frente de la casa. Que no las conozco y que él debe estar a la hora para acompañarme. La situación del país está como para tomar precauciones.
Rossángel – Solo le pregunte la dirección exacta y me respondió que es muy temprano aun un poco molesta. Creo que esto no es un grupo de lectura sino otra cosa. Bueno mama, vamos a dar una vuelta, ya vi la casa y a las dos entramos las tres para ver de que se trata.
Ingrid – Termino y me voy a dar un baño rápido, ya que afuera esperan. Estoy molesta que me hicieron correr el sábado y nadie del grupo piensa llegar temprano y estas que son nuevas ya están en la puerta media hora antes. Me visto y salgo a recibirlas. Una de ellas decide entrar sola y le dice a las otras dos que todo está bien. Que no se preocupen que ella las llama cuando termine. Entra con precaución y cautela. Observa todo. No sé que busca. Le digo que se siente en la terraza que ya están por llegar los otros del grupo.
Rossángel – Todo parece estar bien. Se ve una casa decente y una mujer buena. Creo que no es un buen grupo después de todo. Espero en la terraza y después que todos llegan les cuento el miedo que tenía de llegar a reunirme con mi supuesto grupo satanico de lectura.
Ingrid Melizan
sábado, 8 de agosto de 2009
Tarde de Lluvia
Lo mejor es cuando se juntan el hambre y las ganas de comer y si se acompaña con vino y un buen libro del que hablar, la dicha sólo es mayor si en vez de un amigo son cinco con los que se puede conversar.
La tarde avanzaba deshaciéndose del bochorno que nos dejó la lluvia y las ideas se convirtieron en sentimientos que encontraron su reflejo en los pasajes marcados de los libros. Derivamos a la charla amistosa, los problemas cotidianos, las angustias de la vida que no nos dejan ni un momento, alguien se marcha, uno más que no aguanta la patria, el socialismo y la muerte, nuestras palabras le abrazan, le aconsejan, le atormentan ... le deseamos lo mejor.
Me escapo por el camino de piedra hasta el borde del jardín, ya la humedad ha bajado la temperatura y el agua que cubre la grama mojará nuestros zapatos más o menos en el mismo lugar en el que alguna vez nos reunimos, unos en puntilla, otros barriga adentro y todos con una sonrisa congelada para el flash de la cámara.
Nuestro próximo motivo, "Doña Bárbara", no hace falta presentación, la lucha del bien y el mal, cada cual con sus motivos, ¿Quién tiene la razón?
Thiany González
sábado, 25 de abril de 2009
Steinbeck sin mucho Sueño Americano
¡No me atrapo la novela! comentaban unos y otros comentaban que si lograron leerla hasta el final. Una serie de personajes en un autobús, unos tan parecidos a nosotros y otros tan distantes de nuestra idiosincrasia, complejos como todos, tratando de llegar al final de un camino, que en la novela realmente no importa mucho, sin exponerse demasiado. Lo que Steinbeck le importa es la interacción de estos personajes, sus sueños, sus complejos detrás de las máscaras, sus ambigüedades. La descripción de cada personaje y las tensiones creadas durante el viaje son analizadas y descritas con excelencia. Exageradamente minucioso con el paisaje. La traducción trae una cantidad de palabras en el texto ajenas al uso común de nuestro lenguaje lo que nos llama la atención. “Ningunear”, ¿quien no ha sido ninguneado? Cada quien habla de algún personaje que le impacta en ese microclima llamado autobús que parece no llegar a un destino, pero una acotación del libro desvía completamente la conversación: “Pero también había otra razón. Ella lo amaba. Lo amaba de verdad. Él lo sabía, y eso no se puede dejar así como así. Es algo que tiene su estructura, su arquitectura propia, y no se puede abandonar sin ver arrancado un trozo del propio ser. Por tanto si quieres seguir entero, te quedas, sin que importe lo mucho que te disguste el quedarte. Juan no era un hombre de engañarse a si mismo”. Y entonces comenzó la verdadera tertulia. ¿Cuánto quiso decir Steinbeck de las relaciones humanas con esto? ¿Tiene el matrimonio una estructura, una arquitectura propia que no se puede abandonar? ¿Y si la abandonas, quedas cercenado? Será preferible soportar la pesada rutina y obviar la levedad del ser como nos relataba Milán Kundera en su libro. ¿Quién? no quiere engañarse a sí mismo y volver a sentir el enamoramiento, aunque este signifique quedar cercenado cada vez que se intenta. Esta acelerada vida donde lo práctico nos presiona cada vez más, las relaciones se vuelven más complejas, demasiados productos en el mercado de fácil acceso, ofrecen la felicidad. Pero quien tiene tiempo y compromiso para elaborar complejos menús donde la pasión, el amor, el cariño, el respeto, la individualidad satisfagan la receta, la estructura, la arquitectura de una relación amorosa… Definitivamente el autobús perdido de Steinbeck no da precisamente la receta perfecta para el sueño americano.
Ingrid Melizan
Como colofón al comentario, algunas de las imágenes del grupo Sírculo, durante la reunión que sostuvieron para conversar sobre la obra de laureado del Nóbel, John Steinbeck.
Autor: Gww
La obra de Steinbeck se reparte entre grandes novelas con resonancias míticas, grandiosas (Al este del Edén, Los hechos del Rey Arturo o Las uvas de la ira) y narraciones sobre pequeñas historias (De ratones y hombres, La perla, ...). Sin embargo, en todas ellas subyace una corriente pasional soterrada, callada, que se pone de manifiesto en las tensiones que surgen entre los personajes de sus libros. En ocasiones esta tensión no se refleja explícitamente en el texto, adivinándose entre líneas, a través de conversaciones y, fundamentalmente, a través de sutiles referencias combinadas con silencios cómplices.
El autobús perdido responde plenamente al planteamiento anterior. La novela carece prácticamente de argumento y toda la trama se impulsa en el comportamiento de unos personajes condenados a relacionarse pese a sus diferencias insalvables. Esta convivencia forzada da lugar a transacciones, acuerdos, conflictos y luchas apenas disimuladas reproduciendo a pequeña escala la sociedad americana que trataba de recuperar la cordura tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el concreto marco histórico no condicional la lectura de la novela ya que los tipos que los personajes representan pueden ser fácilmente identificables en nuestros días.
Los pasajeros de un autobús local que conecta las líneas principales de San Isidro y San Juan de la Cruz quedan atrapados en Rebel Corners, un enclave ocupado únicamente por el área de servicio que sirve de base al negocio de Juan Chicoy como conductor de la línea de autobús y en la que trabaja su compañera (Alice) y una empleada (Norma). La avería que ha impedido completar el viaje es reparada a la mañana siguiente de modo que pueden iniciar el viaje nuevamente de camino a la civilización. Sin embargo, deben enfrentar un nuevo problema ya que un puente de la carretera amenaza con venirse abajo por la súbita crecida de las aguas. La novela ni siquiera despeja la duda de si la expedición logra llegar a su destino. No es relevante a ningún efecto, la esencia de la novela está en sus personajes.
Juan Chicoy, es un mejicano que ha asumido perfectamente los valores (y el idioma) americanos si bien, en su fuero interno comienza a aflorar la necesidad de cambio en la forma de retorno a su tierra natal. El principal obstáculo es su compañera, Alice, una mujer ya madura, consumida por las dudas sobre el atractivo que sigue ejerciendo sobre su compañero. Sus sueños rotos se aferran aún a esa relación como refugio último. Cuando su confianza se tambalea, cae en la depresión y en el alcohol como único remedio. Alice es la perfecta imagen de una perdedora, incapaz de asumir las riendas de su destino, sometida por tanto al dictado de Juan o de sus nervios.
Junto a esta extraña pareja tenemos a un joven ayudante de mecánico (con un problema de acné que le martiriza ya que cree que le impide relacionarse con mujeres y le priva de que los adultos le acepten como tal), con ambiciones por convertirse en operador de radar y quizá embarcarse en la marina y recorrer el mundo. Sin embargo, su mayor logro consiste en que su jefe, Juan, le reconozca como adulto y deje de llamarle por el despectivo apelativo “Pimples” que arrastra desde hace varios años por su acné.
Norma, la ayudante de camarera del área de servicio es una joven que vive engañándose a sí misma sobre su situación. Cree estar de camino a una vida de lujo y elegancia propia de los actores de Hollywood; sin embargo, su vida languidece haciendo tareas de camarera y descuidando su aspecto físico al que no sabe sacar partido. Vive en una continua indecisión entre lanzarse tras sus sueños o continuar en su monótona pero más segura vida. Un pequeño conflicto con Alice inclinará la balanza con resultados inciertos.
Junto a estos personajes, la avería del autobús ha dejado en tierra a un muestrario variado de la América de posguerra. Ernest Horton, un excombatiente que trata de comenzar su vida de cero como comercial de una compañía de artículos de broma. Se muestra confiado en sí mismo, en su talento; tiene iniciativa y planes para el futuro pero la guerra también le ha dejado un leve toque de cinismo que le aleja de la generación anterior representada por Pritchard, un directivo de una gran empresa que durante la guerra quedó en casa trabajando sin vacaciones en favor del esfuerzo bélico industrial. Sabe reconocer la ambición y el talento del joven Horton pero, al tiempo, desconfía de él. Ambos juegan en el mismo terreno pero con reglas distintas, la guerra lo ha trastocado todo. El desencanto del primero y su orgullo ante las propuestas aparentemente bienintencionadas de Pritchard acaban por desengañar a éste; un desentendimiento sintomático de que los tiempos están cambiando.
Al maduro directivo le acompaña su esposa (Bernice) y su atractiva hija (Mildred). Tras el fin de la guerra éstas son sus primeras vacaciones y la esposa ha elegido como destino Méjico (mejor aún, ha permitido que su marido crea haber elegido él mismo). Considera que es un lugar que combina exotismo y cierto grado de peligrosidad que le permitirán un regreso triunfal plagado de anécdotas que no encontrarán réplica entre su círculo de remilgadas amigas. Su ordenada vida se apoya en la imagen de un matrimonio feliz, de su propia imagen de madre y esposa abnegada. Sin embargo, por momentos, el matrimonio parece herido de muerte si no fuera porque la pasión desapareció hace tanto tiempo que ya no queda nada que matar.
La hija de ambos, luce un atractivo sexual apenas disimulado por las conveniencias de la familia que la cobija, lo que no le ha impedido tener alguna experiencia de la vida de la que guarda gratos recuerdos. Su tendencia a la ligereza de conducta o sus sueños de vida independiente y libre son vistos por su padre como parte del juego natural de la madurez, esos deseos son deseables a cierta edad y son necesarios antes de ingresar definitivamente en la monótona y respetable vida adulta.
Sólo nos quedan otros dos protagonistas. Una atractiva mujer (Camille es el nombre que emplea para presentarse al grupo) se suma al grupo la misma mañana en que se reemprende el viaje. Inmediatamente atrae la atención de todos los varones, pese a que sólo pretende organizar una vida alejada de un pasado insatisfactorio. Su atractivo le conduce inevitablemente a continuos problemas con hombres y mujeres, pese a lo cuál lo cultiva con esmero su aspecto físico. En su visión de la vida, esa atracción es su única arma para ganar la batalla a una vida injusta y que le lleva dando tumbos por los más bajos caminos. Norma encuentra en Camille a su aliada natural cayendo en una rendida admiración, no sólo por su físico y recursos sino por su autonomía e independencia. Mildred, sin embargo, ve a Camille como un peligro, una amenaza, presiente algo turbio en su presencia y evita el contacto.
Finalmente, un anciano a punto de fallecer, amargado con el mundo, trata de atraer la atención sobre sí mediante continuas quejas y protestas. Nada le parece correcto ni suficiente, nadie le parece tener buen juicio. Sin embargo, no puede dejar de seguir unido al grupo, necesita su compañía y su existencia acaba por depender de que le agarren la lengua durante todo el viaje tras sufrir un ataque epiléptico.
Esta amalgama de caracteres interactúa de continuo en la obra, tejiendo una compleja red de relaciones, amistades, reparos y luchas, en la que Steinbeck no queda apresado. Estas relaciones, en continuo proceso de adaptación y cambio son la estructura sólida sobre la que yace la casi inexistente trama argumental. Como en un pequeño laboratorio de ciencias sociales, Steinbeck toma a sus pequeñas cobayas y las expone a las más diversas pruebas. No hay un sentimiento o un deseo que no quede sin explorar, en ocasiones desde varias perspectivas al mismo tiempo. Así, la atracción que ejerce Camille se manifiesta de manera diferente en el inmaduro Pimples (quien la ve como un trofeo inalcanzable), en el joven Horton (que desea tan sólo su compañía carnal) o en Mr. Pritchard, quien le propone convertirla en su secretaria como culminación de una fantasía erótica de la que ni siquiera llega a ser totalmente consciente.
Lo mismo ocurre con el temor a la pérdida de los seres que nos rodean, el sentimiento de orgullo o el ánimo de impresionar. La ternura y el cariño conviven con la hipocresía y el desprecio. El afán de superación, con el esfuerzo por escapar de una realidad atenazante. Como la vida misma, encerrada en la cabina de un autobús perdido en el medio de ninguna parte con unos pasajeros camino de ningún lugar
Gww
lunes, 23 de marzo de 2009
Una reunión exquisita!!
A medida que fluía la tarde, a pesar de que teníamos todas las intenciones de solo conversar sobre generalidades, casi sin darnos cuenta nos dejamos llevar por lo poco (o mucho) de lo que habíamos leído sobre "El Último Autobús" (John Steinbeck). Saltó a la palestra lo que esta obra tocaba; el sueño americano. Mucho por discutir; mucho por indagar. Cuando apenas habíamos esbozado el tema, los aires vespertinos atrajeron a nosotros otros dos: el erotismo y la ciencia ficción. Vaya cambios! Sin embargo, nos trajo todo esto a que Thiany maravillosamente sugirió que el grupo debería ir leyendo obras tuviesen un tópico específico. De ahí que ciencia ficción, erotismo, sueño americano, se convirtiesen en destinos literarios en nuestras futuras lecturas. A todos nos agradó esa excelente idea.
Pero como el tiempo no es eterno, la tarde dio paso al ocaso y no nos quedó sino despedirnos hasta la próxima reunión, donde si discutiremos a fondo el libro de Steinbeck y le daremos nuevamente rienda suelta a nuestras opiniones e ideas. Como "Finale", algunas de las imágenes de esa muy productiva reunión. Mil gracias Ingrid por ser una anfitriona tan exclusiva!
miércoles, 19 de noviembre de 2008
John Steinbeck
John Steinbeck
(Tomado de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/John_Steinbeck)
John Earnest Steinbeck (27 de febrero de 1902 – 20 de diciembre de 1968) escritor norteamericano de mediados del siglo XX cuyas obras describen a menudo California.
Nace en Salinas, California, hijo de John, tesorero, y de Olivia Steinbeck, docente. Tiene tres hermanas. Estudia en Salinas y luego en la Universidad de Stanford. Desempeña distintos trabajos, luego abandona sus estudios y se marcha a Nueva York en 1925. Trabaja un breve periodo de tiempo en el New York American, pero regresa a Salinas en 1926.
En 1929 escribe su primera novela, la copa de oro (Cup of gold : A life of Sir Henry Morgan, Buccaneer, with Ocasional Reference to History), una ficción histórica basada en la vida de Henry Morgan, que no tiene éxito. En 1930 se casa con Carol Henning y se traslada a Pacific Grove donde conoce a Edward Ricketts, biólogo marino con el que tendrá una gran amistad.
En 1932, publica The Pastures of Heaven, un conjunto de historias situadas en la ciudad de Monterrey. En 1933, publica The Red Pony y To a God Unknown. Su madre muere en 1934 y su padre en 1935. En ese mismo año escribe Tortilla Flat con el que recibe su primer premio literario – la medalla de oro a la mejor novela escrita por un californiano concedido por el Commonwealth Club of California. Este compendio de historias humorísticas obtiene cierto éxito. Traba amistad con su editor, Pascal Covici.
Con Of Mice and Men e In Dubious Battle, publicados en 1936, sus obras adquieren más seriedad. Es galardonado con el New York Drama Critics Award. Después de The Long Valley en 1937 y Their Blood is Strong – un reportaje sobre los trabajadores inmigrantes en 1938, publica The Grapes of Wrath en 1939, que considera es su mejor obra. No obstante, estimando que su escrito es demasiado revolucionario para tener éxito, acuerda con su editor una tirada pequeña. El libro alcanza el éxito pero se le reprocha el lenguaje utilizado así como las ideas desarrolladas. El libro llega a prohibirse en varias ciudades de California. En 1940, cuando la novela es adaptada al cine, recibe el premio Pulitzer. Fue premio Nobel de literatura en 1962. Muere el 20 de diciembre de 1968 en Nueva York.
A lo largo de su vida, John Steinbeck tuvo como símbolo Pigasus (de pig, cerdo en inglés y Pegasus), un cerdo volador, “atado a la tierra pero aspirando a volar”.
Obras
* Cup of Gold 1929 - ("La taza de oro").
* Las praderas del cielo, 1932 - (Ediciones del Viento, 2007).
* The Red Pony 1933 - ("El poni rojo").
* A un dios desconocido (novela)1933 - (To a God Unknown)
* Tortilla flat 1935
* In Dubious Battle 1936 - ("Hubo una vez una guerra").
* Los vagabundos de la cosecha 1936 - (Libros del Asteroide, 2007)
* De ratones y hombres 1937 - (Of Mice and Men)
* La fuerza bruta 1937
* Un diario ruso 1938 - (A Russian Journal)
* El valle Largo 1938 - (The Long Valley)
* The Chrysantheumums 1938
* Las uvas de la ira 1939 - (Grapes of Wrath)
* La caída de la luna (The moon is down) 1942
* Cannery Row 1945
* La perla 1947 - (The Pearl)
* El ómnibus perdido 1947.
* Por el mar de Cortés 1951.
* Al este del eden 1952 - (East of Eden)
* Viva Zapata 1952.
* Jueves Dulce 1954 - (Sweet Thursday)
* The Short Reign of Pippin IV 1957 [El Breve Reinado de Pipino IV]
* The winter of our discontent 1961 - ("Los descontentos").
* Viajes con Charley en busca de America 1962 (Travels with Charley in Search of America)
* Norteamérica y los norteamericanos 1968.
* The Acts of King Arthur and His Noble Knights 1976 - ("Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros")
lunes, 4 de febrero de 2008
Reunión de Sírculo - Sábado 26 de enero, 2008
La tertulia sabatina que sostuvo el grupo Sírculo, contó con la amable presencia de los invitados especiales Salvador Fleján y Luis Yslas. Hubo una concurrida asistencia y participación de varios miembros del grupo, que se dieron cita en la hermosa casa de nuestra anfitriona Ingrid Melizan. Entre los presentes, además de los invitados y de la anfitriona, estuvieron Alexaida, Thiany, Mónika, Aliza y Carlos.
Aprovechamos la oportunidad de conversar con Luis y Salvador, para ahondar un poco más en la importancia que giraba en torno a la obra de Bryce Echenique, “Un Mundo para Julius”. Posteriormente, nos adentramos en el tema principal: las obras de Federico Vegas, especialmente “Miedo, Pudor y Deleite”. Como introducción, Luis y Salvador hacieron una excelente síntesis de dos obras anteriores de Vegas: “Falke” y “Borrador” (uno de sus primeros libros). Tal como acotó Salvador, “Falke” es totalmente diferente en estilo e historia que “Miedo, Pudor y Dleite”, por lo cual nos recomendó leerla también. Sin entrar en demasiados detalles, el grupo en general encontró esta novela muy fresca y entretenida. La narrativa de Vegas es de una calidad tal que llega en un momento a confundir al lector, si lo que está leyendo es el personaje o el narrador en si.
Al final de la tertulia nos abocamos a elegir el próximo libro a leer. Se escogió la creación de Ohran Pamuk (Premio Nóbel de Literatura 2006), “Estambul, Ciudad y Recuerdos”. Sin embargo, sobre el tapete también fueron ofrecidos los siguientes: “El Último Encuentro” de Sándor Marai; “Los Cien Sentidos Secretos” de Ami Tan; “Delirio” de Laura Restrepo; “Falke” de Federico Vegas; y obras de José Saramago.
En la compañía de un excelente mole mexicano, unos dulces y unas copas de buenos vinos chilenos, argentinos y franceses, concluímos la exquisita velada.
Carlos Carmona
2 de febrero, 2008
Nada como una charla informal sobre literatura y más aún cuando la acompañas de entre telones amenos y reveladores. Como dice luis Yslas "charla tan sabrosa en palabras, vino, agua de Jamaica y mole mexicano". Fue muy ameno conversar sobre uno de los escritores venezolanos de más renombre en Venezuela; Federico Vegas. Uno se siente desnudo ante el narrador cuando describe las emociones de la mujer y cómplice porque en el fondo uno respondería con la misma vehemencia y pasión. Hay que quitarle el miedo a la gente de hablar sobre literatura y nada como estas reuniones para empezar a soltarse. Y nada como empaparse de los buenos oficios de nuestros dos distinguidos invitados, con los que uno se contagia y se anima a seguir leyendo...
Ingrid Melizan
29 de enero, 2008
domingo, 9 de diciembre de 2007
Federico Vegas de nuevo.....
Federico Vegas entre parejas con Miedo, pudor y deleite
cyr_vegas“ En mi novela nadie ama realmente a nadie”
No hay que esperar otro Falke. Vegas optó por algo distinto, más “normal”, menos épico, para su más reciente entrega en el formato de la novela. Pero no por ello, Miedo, pudor y deleite dejó de representar complicaciones para el autor que recogió anécdotas reales para adentrarse en el complejo mundo de las relaciones entre hombres y mujeres
Por Oscar Medina
Después de una empresa como Falke y a la sombra de su enorme éxito, Federico Vegas pensó que su nueva novela sería un momento más relajado, una calmada transición hacia otros proyectos más complejos y laboriosos. No fue así. “Digamos que es un libro que puede salir fácil porque no hay investigación, casi todo lo que le pasa a los protagonistas le sucedió a gente de verdad. Pero lo hizo difícil el hecho de que los personajes son normales. Y hasta banales”.
Miedo, pudor y deleite –el título cita una frase de Miguel Otero Silva – es ese volumen publicado por la editorial Alfaguara en el que Vegas desarrolla la historia de ésta pareja normal, con problemas normales –algunos no tanto, la verdad – que un día decide emprender un viaje a Madrid con la pretensión de encontrar en ese otro paisaje tan distinto a Caracas un segundo aire para una relación a la que parece que ya no salvan ni los espléndidos salones de El Prado ni los caldos de Ribera del Duero.
Ahora, con sus personajes sometidos a los vaivenes de la crítica y del mercado –y mientras espera por la publicación de un libro de cuentos-, Vegas avanza por dos frentes: otra incursión en el territorio de lo histórico y la revisión de Prima lejana, el título que lo lanzó al ruedo de los novelistas a finales de los años noventa: “Borges decía que todo texto es un borrador, hasta que se muere el autor. Con Prima lejana hubo muchas cosas que no hice, quizás por los miedos de la primera vez o por pudor. Pero ahora me estoy soltando el moño La única novela a la que no le cambiaría nada es a Falke, pero a lo mejor un día de estos hasta cambio algunas cosas de Miedo, pudor y deleite”.
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—Falke es una novela ambiciosa porque se trata de recrear una historia de ficción en un contexto histórico determinado, pero su nuevo libro quizás sea aún más ambicioso: pretende escribir desde la cabeza y los sentimientos de la mujer. Y no de una, sino hasta de tres. ¿No es exigirse mucho, abordar una empresa tan condenada al fracaso como la invasión de los tripulantes del Falke?
—Empecé a escribir un cuento que se llamaba “Los ahorcados de La Castellana”. La idea partía de algo que le sucedió a unos amigos en Madrid y poco a poco le fui integrando historias que he escuchado a mi alrededor. Por esto puedo decir que Miedo, pudor y deleite es más histórica que Falke, pues 90% de las anécdotas estoy casi seguro de que son ciertas. En Falke, en cambio, hay mucha ficción dedicada a entretejer las supuestas verdades que nos ofrece la historia de Venezuela.
Hay una obsesión que se fue colando en la novela: entender el mundo de la mujer. Creo que ellas viven una época llena de expectativas y confusión pues habitan un mundo distinto al de sus madres y abuelas. Detesto resumir estas sutilezas usando términos físicos, pero creo que ellas han pasado de ser centrípetas y epicéntricas a girar en orbitas tan centrífugas y perimetrales como las que pretenden surcar los hombres. Vivimos en un mundo con una nueva cosmología, y no es fácil comprender las nuevas leyes de atracción y gravitación universal. En definitiva, esas leyes jamás se han podido aplicar al amor, lo novedoso es que ahora empezamos a darnos cuenta de que cada quien debe encontrar su particular lugar en el universo afectivo, su propia curva, sus dependencias, sus acercamientos y distancias, su altitud y latitud.
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—Son astutas las mujeres de este libro, en contraposición al personaje masculino que resulta bastante básico, cosa que alegrará a una que otra feminista… pero esas mujeres siempre tienen en los hombres que han pasado por sus vidas a sus referentes de aprendizaje y de evolución. ¿Sólo aprenden a vivir en función de los hombres que las acompañan? Eso no le gustará al feminismo…
—De ser esto cierto, hay que admitir que las mujeres aprenden rápido. George Simmel decía que el hombre tiende a la especie y la mujer al individuo. Esto ciertamente se aplicaba en los tiempos epicéntricos que ya cité, pero algo debe quedar en la mujer de esa ancestral tendencia a lo íntimo, a lo individual, al hogar. Y, al tener que equilibrar esa intimidad con los requerimientos de la especie, se le abre a la mujer una maravillosa perspectiva, lo que la puede hacer más sabia que el hombre. En realidad deberíamos hablar de masculinidad y femineidad, y asumir que hombres y mujeres gozan y sufren con las perplejidades y enseñanzas de ambos polos.
—El escritor francés Frédéric Beigbeder jura en una novela que “El amor dura tres años”. Y justamente esa cantidad de años son los que llevan casados los protagonistas de Miedo, pudor y deleite. ¿Coincidencia o usted también cree que a los tres años se acaba todo?
—No tengo idea de dónde saqué los tres años. Yo pensaba que eran siete años la medida tradicional para el desgaste, el barranco. A mí me tocó ocho años comprender que un matrimonio es una empresa seria, asumida, bellísima. Yo lo entendía como algo que simplemente nos sucede; algo casi biológico. Pero resulta que es luego, cuando nos muestra toda su bio-ilógica, que el matrimonio se pone interesante, profundo, incestuoso, y se convierte en una continua elección. Octavio Paz decía que amar es elegir.
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—Resulta un tanto desesperanzador el discurso de su libro: ¿todo matrimonio está condenado al desgaste y a sostenerse apenas con la ilusión de la estabilidad?
—La esperanza radica en examinar esos términos. Veamos una opción menos astringente: “El matrimonio está condenado a sostenerse con la estabilidad de la ilusión”.
Hacia el final de la novela hay una premonición: “El amor entre los dos nunca enfrentará de lleno esos colapsos que permiten terminar lo que ya no tiene razón de ser, o llegar a esos finales definitivos que requiere todo renacer. Nada se va a quebrar, todo va a continuar deslizándose. La disolución estará signada por un lento deterioro a veces imperceptible, en el que ella va a ser un perfecto colaborador. Avanzarán a través del azar, de la compensación de los mutuos pecados, de las conveniencias y las costumbres y, más que todo, de la inercia, que es la madre licenciosa de la estabilidad”.
—En la otra cara de esta luna hay amplios cráteres llenos de felicidad, lo que pasa es que uno mismo debe iluminarlos, y, casi siempre, con su propia incandescencia.
—¿Esta es una historia sobre el amor o sobre la infidelidad y sus consecuencias? ¿Tiene alguna intención ejemplarizante?
Las excepciones son más ejemplarizantes que los ejemplos. En todo caso, yo diría que la novela trata de la infidelidad y sus “inconsecuencias”.
El problema es que la fidelidad debe ser bilateral, y, además, requiere de un equilibrio que debe ser secreto, tácito, renovable, comprensivo, lo que suele convertir a ese “ser fiel” en un embrollo. A menos que se pretenda una fidelidad absoluta, lo cual es una inhumana y paralizante fantasía. Más funcional y ecuánime resulta la lealtad.
Ahora me doy cuenta de que en mi novela nadie ama realmente a nadie; quizás sólo el abuelo a la abuela. De volverla a escribir, haría a la ex actriz más obsesiva y ciertamente enamoradísima de su estúpido amante. La haría también más cercana a los cincuenta; quizás le añadiría unos cuatro años, que es justo lo que le faltaba a la joven pareja para llegar a los famosos siete años de la picazón.
—Resulta curioso que siendo usted arquitecto no aborde, por ejemplo, la descripción de ciudades o de casas bajo la mirada del conocedor. ¿Cómo se resiste a esa tentación? ¿Es algo premeditado, una imposición para mantener sus dos mundos separados?
—Al menos los protagonistas estudiaron arquitectura. Ciertamente me cuido de no pretender exhibir mis supuestos conocimientos arquitectónicos. Me suena tramposo, didáctico, y me da un miedo que disfrazo de pudor. Quizás tienes razón y me castigo. He dejado la arquitectura para los ensayos; allí sí satisfago un gran e imperecedero amor.
En la novela me fui más por la comida. He notado que en sus viajes las parejas jóvenes, sin genuinas aficiones culturales, resuelven el problema de qué hacer y de qué contar al regreso, por medio de los restaurantes. Sé de unas parejas que alquilaron un costosísimo barco para pasear por las costas de Turquía, y luego del viaje sólo hablaban de lo que habían comido y bebido en el barco. Un amigo les dijo que, para eso, se han podido quedar anclados frente a La Guaira. No les gustó nada el comentario. Les destruía la ilusión de su viaje triunfal.
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—En esta novela hay otra curiosidad: el sexo, la atracción sexual, está muy presente, pero no muy descrita. Donde debería haber una referencia directa –o más o menos directa – lo que hay son rodeos o piruetas para esquivar descripciones, como si hubiera escrito esos pasajes pensando en lectores pudorosos…
—Siempre me he preguntado por qué las descripciones sexuales son tan difíciles. La razón más obvia es que todos somos expertos. Una pareja joven hace el amor (y no tomo en cuenta datos extraños, como el de un amigo cuyo cálculo le daba “tres veces y media por semana”) unas cien veces por año. En cambio una persona de cada 10.000 asesina a otra. Luego, más fácil es sorprendernos con la descripción de un crimen que con la del cotidiano coito.
Yo estaba muy satisfecho con la descripciones que hice de la excitada y poderosa boca de la esposa; hasta ahí puedo llegar. De resto, me resultan falsos y tediosos los nombres de las partes sexuales; salvo los muy infantiles como “popocha” o “paloma” (me gusta la idea de un pene que aletea y come maíz). Hay una parte en la novela donde se habla de “la tonta” en vez de “la totona”; ese fue mi único aporte literario a la nomenclatura sexual.
—¿Porqué dejar casi para el final los nombres de los personajes?
—Aparecieron de repente. Me hizo reír el encontrar un par de nombres que suenan horribles juntos, como anunciando un cortocircuito. Ese par de nombres surgen con la idea de un libro que es una farsa. He debido desarrollar más esta idea.
—¿Es confiable esa guía de Madrid? ¿Se pueden seguir los pasos de la pareja durante ese viaje?
—¡Por supuesto! Los datos me lo dio Elisa Arcaya, quien vive en Madrid, cocina como los dioses, es exquisita y sólo le faltan meses para ser absolutamente sabia. Lo único exagerado, mas no falso, es la descripción de la mujer que los atiende en El Príncipe de Viana.
—Hace mucho que usted debe haber leído Casas Muertas. ¿Porqué rescata de su memoria la frase “miedo, pudor y deleite” al momento de titular su novela?
—Tú sabes bien que en la literatura no existe el tiempo, sólo varía la intensidad. La parte mejor irrigada del cerebro es la de los recuerdos remotos. Esas primeras lecturas las llevamos en el pasado más punzante. Son las primeras huellas en un camino por donde luego van a cabalgar tantas confusas estampidas. Por eso fue que, apenas el amigo de la facultad posó una mano sobre el seno de mi protagonista, me vino como un relámpago la imagen de Miguel Otero Silva. ¿Quién sabe de dónde él, a su vez, la sacó? Tienes razón, yo tendría unos doce años cuando leí esa novela, pero ya te imaginarás cuánto me excitó. Aquí tienes otro argumento con respecto a las descripciones sexuales demasiado explicitas.
Y otra cosa más, Miguel Otero Silva es el hombre más atractivo que he conocido. Sólo su aspecto ya me incitaba a querer ser escritor. Los argumentos para realizar una actividad tan absurda, casi maldita, tienen que ser irracionales.
—Jorge Almudena, uno de sus personajes, da una especie de receta semanal para desarrollar la escritura que termina en escribir “algo que nunca te hayas atrevido a contar”. ¿De quién es esa fórmula? ¿Ya usted pasó por esas etapas, ya escribió ese “algo” o todavía está en proceso?
—Gracias a Dios, ese “algo” viene en camino, con pasos firmes, dolorosos y juiciosamente lentos; tanto, que espero jamás termine de llegar.
jueves, 15 de noviembre de 2007
Alfredo Bryce Echenique: Viene de una familia adinerada y bien colocada en la sociedad limeña. Es fácil entender, su agilidad literaria para describir y narrar infinidad de situaciones que muy bien pudiesen presentarse en cualquier reunión o círculo familiar de la alta sociedad de la capital peruana.
En cuanto al contenido de la novela “Un Mundo para Julius”, Es indudable la capacidad de narrativa que caracteriza al autor. Sin embargo, en términos generales es una historia que para mis gustos es muy tediosa, a veces hasta aletargada y llena de situaciones y momentos supérfluos. En frecuentes ocasiones las narraciones se pierden en demasiados detalles, ya sea en los diálogos como en la descripción de situaciones que no albergan relevancia de ninguna índole.
El último capítulo casi nada tiene que ver con Juluis, la figura central del libro, y se disuelve nuevemanente en banalidades, tal como es el relato del despecho de Bobby (el hermano de Julius) y el resaltar del típico machismo existente en la sociedad limeña.
Los personajes:
Comencemos con la mamá de Julius. Es la exaltación de la ridiculez. Un ser que lo más importante para ella antes de comenzar la mañana es tomarse una coca-cola. Su mundo gira en no tener problemas y la mejor manera de hacerlo es huyéndoles, o asentir toda decisión que tome su segundo esposo, Juan Lucas.
El esposo Juan Lucas: Un ser falto de afecto familiar. Sólo le importa su esposa y que los hijos de ella sean bien “machos”. Por ello, no le agrada Julius, ya que este expresa sus sentimientos y cuestiona las actitudes de Juan...
Los hermanos: machos, machotes en su peor expresión. Lo más importante es tener mujeres.
Julius: Creo que el componente más importante era su relación con su hermana, ya fuese cuando estaba viva o con la vivencia de sus recuerdos, después de su muerte. Su vida transcurre también en mundos de fantasía y es uno de los más humanos en toda la historia. Es la persona que entiende la vida de la servidumbre de la casa y es el que tiene el mayor contacto afectivo con la madre.
Otros personajes, como los de la servidumbre, prefiero no entrar en detalles.
Para finalizar, no me agradó el libro. Muy largo y en muchas oportunidades fastidioso. No sería un libro que yo recomendaría.
Carlos Carmona Suárez 18-10-2007
jueves, 30 de agosto de 2007
miércoles, 29 de agosto de 2007
próxima lectura: UN MUNDO PARA JULIUS
Alfredo Bryce Echenique
datos del diccionario
Nacido dentro de una prominente familia de banqueros, se educó en el seno de la oligarquía limeña, su bisabuelo fue José Rufino Echenique. Bryce Echenique cursó sus estudios primarios y secundarios en colegios ingleses en Lima. Se licenció en Derecho y obtuvo el título de Doctor en Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima. En París se diplomó en la Sorbona en Literatura francesa clásica (1965), Literatura francesa contemporánea (1966), Magister en Literatura Universidad de Vincennes, París (1975), Doctor en Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (1977).
En 1964 se trasladó a Europa y residió en Francia, Italia, Grecia y Alemania. Desde 1984 radica en España aunque suele pasar largas temporadas en su tierra natal. Regresó brevemente al Perú en 1999 y abandonó el país ante el clima político que existía en la nación. Regresó, pues, a Barcelona en 2002 y publicó su segundo libro de memorias, Permiso para sentir, en 2005, denunciando ácidamente la transformación de Perú.
Bryce Echenique se ha declarado seguidor de los argentinos Julio Cortázar y Manuel Puig, y de los peruanos Julio Ramón Ribeyro y César Vallejo, porque "introdujeron y produjeron el mundo de los sentimientos y el humor, tópicos muy escasos dentro de la literatura latinoamericana de entonces".
En efecto, la narrativa de Bryce Echenique, entre lo delirante, lo añorante y lo grotesco, está poblada de simpáticos personajes que se mueven como un poco perdidos en un mundo laberíntico, en medio del humor más fino y la ironía más tierna. Bryce Echenique es un maestro de la palabra, a la que domina y recrea, concediéndole nuevos significados. Su fino humor es reconocido tanto en América Latina como en Europa. Todas sus obras están llenas de personajes que él conoció personalmente.
Ha trabajado como profesor en las universidades de Nanterre, la Sorbona, Vincennes, Montpellier, Yale, Universidad de Austin, Universidad de Puerto Rico, etc. Conferenciante o ponente en congresos de escritores en el Perú, México, Venezuela, Estados Unidos, Italia, Cuba, España, Francia, Suecia; Argentina, Canadá, Bulgaria, Puerto Rico.
En 1968 ganó el Premio Casa de las Américas por su libro de cuentos Huerto cerrado, publicado ese mismo año.Premio Nacional de Narrativa de España 1998, es uno de los autores hispanoamericanos más traducidos del momento, ganador del premio Planeta en el 2002 por su novela El huerto de mi amada .
El 2005 se han reeditado en Perú y Latinoamérica gran parte de sus libros a precios populares y han tenido gran acogida en las librerías.
Obra
1968 - Huerto cerrado (cuentos), premio Casa de las Américas.
1970 - Un mundo para Julius (novela), Premio Nacional de Literatura en Perú (1972) y el Premio a la Mejor Novela Extranjera en Francia (1974).
1974 - La felicidad ja ja (cuentos).
1977 - A vuelo de buen cubero (crónicas de viaje y diversas).
1977 - Tantas Veces Pedro (novela).
1981 - La vida exagerada de Martín Romaña (novela).
1984 - El hombre que habla de Octavia Cádiz (novela) (Ésta y la anterior forman lo que se conoce como el Díptico de navegación en un sillón Voltaire).
1986 - Magdalena peruana y otros cuentos (cuentos).
1987 - Crónicas personales: edición aumentada de A vuelo de buen cubero (crónica de viaje, literarias, y diversas).
1987 - Goig (relato infantil escrito en colaboración con la escritora salvadoreña Ana María Dueñas).
1988 - La última mudanza de Felipe Carrillo (novela).
1990 - Dos señoras conversan (tres novelas breves).
1993 - Permiso para vivir ("antimemorias" I).
1994 - Muerte de Sevilla en Madrid (cuento)
1995 - No me esperen en abril (novela).
1996 - A trancas y barrancas (recopilación de artículos ¿?periodísticos).
1997 - Reo de nocturnidad (novela).
1997 - Guía triste de París (cuentos).
1999 - La amigdalitis de Tarzán (novela)
2002 - El huerto de mi amada (novela), premio Planeta de novela 2002.
2005 - Permiso para sentir ("antimemorias" II).
2005 - Entre la soledad y el amor(ensayo).
domingo, 26 de agosto de 2007
¡pobre Robin!, decia una y otra vez el loro.
“¡Ni siquiera una sola persona de cada diez – escribió Edgar Allan Poe -, ni siquiera una de cada quinientas se imagina ni por asomo que en la creación del periplo de Robinson se ha empleado hasta la última gota de genio o incluso de simple talento! Los hombres no lo admiran porque se trate de un logro literario; a ellos no les preocupa Defoe en absoluto, pero sí Robinson.”
Coetzee
¿Qué libros no prestaría?
Tengo un estante en mi biblioteca con los libros que no prestaré jamás. Ahí hay algunas ediciones que son difíciles de conseguir (West, del poeta norteamericano Charles Olson; un ejemplar de 500, de la edición original de 1966); libros a los que les tengo un afecto especial (El primer ejemplar que leí de los Diarios íntimos de Baudelaire, la correspondencia entre Pasternak y Marina Tsvietáieva, una edición de El Guardagujas de Arreola, con fotografías de Jill Hartley…); algunos libros dedicados por escritores que son importantes para mí (Tito Monterroso, Salvador Garmendia, Roberto Bolaño...)
sábado, 25 de agosto de 2007
DESGRACIADESGRACIADESGRACIA
perro semihundido GOYA 1821-23
- Estoy de acuerdo: es humillante, pero tal vez ese sea un buen punto de partida. Tal vez sea eso lo que debo aprender a aceptar. Empezar de cero, sin nada de nada. No con nada de nada, sino sin nada. Sin nada. Sin tarjetas, sin armas, sin tierra, sin derechos, sin dignidad.
-Como un perro.
-Pues sí, como un perro.
lucy y david en Desgracia
DESGRACIA J. M. Coetzee.
“...nos odiamos sin remedio; que la palabra nos salva, si acaso, del suicidio..”
Coetzee
“Supongo que he caído en desgracia” afirma David Lurie, un poco antes de su segunda gran desgracia. Era de preverse, lo escrito corría hacia allá. Cuando su ex esposa se solidariza en el conflicto universitario y hablan de la hija de David, ya una gran parte estaba consumada en mis “malos” pensamientos. Sin embargo, el que una historia sea previsible, no quiere decir -al menos para mi- que sea inservible. Esta historia ya a sabiendas, nos sorprende en cada una de sus páginas, nos conduce junto a la infame realidad africana por un interés en su tratamiento como novela. Las palabras de Coetzee van por delante de cualquier situación sea predecible o no. Su manera de procurar cada frase asombra aunque se la espere. Cada pensamiento de David, cada uno de Lucy, irremediablemente nos atrapan.
‘Es de esperarse’, me dije una vez más, cuando Lucy vive su horror. La Desgracia del profesor David contada literalmente casi como en guión de cine (la guía sin pecado), es decir poco uso del gerundio, un estricto presente continuo por doquier, sin mayores adornos literarios, con reflexiones al extremo absolutistas, rodeado de propuestas que el entorno le grita a este protagonista intelectual una y otra vez, casi lo deja a uno sin aliento, sin pausa a la respiración siguiente. Uno pide tregua, tiento al menos. El tono singular de Coetzee convierte lo petrificado de esa tragedia común de la Africanía, en una lectura apasionante sin abandonar su horror frontal. “Al fin de cuentas, esto es África” dirá por un momento David. Casi alcanza a pronunciar, al fin y al cabo esto es el infierno. Una vez más Coetzee muestra que no es ningún petimetre de las letras.
Al terminar el ‘festejo’ de Petrus, se dan una serie de interrogantes con un casco de reflexiones más bien difusas en las que el iracundo David aparenta perder la perspectiva de su vida. David se acerca lo mas que puede a la desgracia por no
abandonar a su hija. Se limita a liberar a los animales de su desdicha, coopera para sus muertes, en algún momento enfatiza su sincera labor, y en un intento por evitar la sensiblería dice: “¿por qué fingir que es un camarada, cuando en realidad es un asesino?”
A todas estas, es muy posible que la desgracia verdadera sea el hecho de vivir en ese letal lugar africano donde subyace a flor de piel el todos contra todos, aunque Coetzee nos eche en cara: “No soy el representante de una comunidad ni nada que se le parezca, soy alguien que tiene noción de la libertad, como la tiene cualquier prisionero encadenado y que construye representaciones de gente que se libera y ve la luz”.
Tal vez la desgracia consiste en no más que la semejanza que lima la intemperie tanto a los hombres como a los animales.
Por un momento, y antes de su pesadilla, Lucy le dice a su papá: ...”no existe esa vida mejor. Esta es la única posible. Y la compartimos con los animales, por cierto.”
Luego al suceso mayor, la tempestad de estos personajes gira y agrieta su estrecha relación. David no se ha percatado aun que hay un camino casi circular que debe pagar por sus crímenes, allí la situación se colorea de un juicio que a mi manera de ver pierde hasta en lo verosímil. La historia con su alumna de marras y él, no fue lo suficientemente atroz como para que David arrastre semejante suplicio. Y, en todo caso al final cobra un carácter de una telenovela cuyos castigos caen como naipes uno tras otro. Diría Bolaño “todos pequeños, todos jodidos”
Y, Lucy queda embarazada, ¡válgame Dios! Es otro cuento nuevo que habrá de conmovernos. Bien, el beneficio de la duda al gran Coetzee, esta historia puede interpretarse desde distintas visiones. Los cuentos son desentrañables. Puedo incluso rehacer estos párrafos de nuevo, y agregarle lo de Byron, lo de Pollux, lo de Driepoot, lo del perdón tan buscado en David, que lo vemos en el inicio de la novela y en el encuentro final con el Sr.Isaac.... Pero, el que más me sobresalta, es este.
Para mi, la historia acaba o culmina en una vandálica pero fuerte reflexión en palabras de Lucy, al momento de reconocer el supuesto automóvil robado. Ella cree que enfrentará su rostro con los dos hombres que la deshicieron. Al sentirse turbada por el encuentro imaginado, agrega en un tour de force:
“- Fue algo tan personal... – dice-. Lo hicieron con tanto odio, de una manera tan personal....Eso fue lo que más me asombró. Lo demás... Lo demás casi era de esperar. ¿Por qué me odiaban tanto? Yo ni siquiera los había visto en toda la vida....Fue la historia lo que habló a través de ellos...Una historia llena de errores. Míralo de esa manera, puede que te ayude. Tal vez te pareciera algo personal, pero no lo fue. Fue algo heredado de los ancestros.....Eso me lo pone más fácil. El sobresalto no desaparece. Me refiero al sobresalto que te produce el sentirte tan odiada. Durante el acto”
viernes, 20 de julio de 2007
el terciopelo de john maxwell coetzee
Sobre [la edad de hierro]
“¡Qué fácil es amar a un niño y qué difícil amar a eso en lo que se convierte un niño!”
Coetzee [la edad de hierro]
Es ella, una mujer blanca Sudafricana, tiene casa y jardín, carro, piano, -mal pero lo toca-. Jamás ha escuchado un ruiseñor y nunca lo oirá. Su martirio es similar al del mendigo negro que encuentra al final de un callejón al lado de su casa, con el que tiene en medio del apartheid, relaciones doblemente prohibidas. El día que su médico le da la tremenda noticia de que su enfermedad no tiene salida, conoce a este visitante que no es precisamente un ángel. “ Más bien un insecto, salido de detrás del zócalo en busca de migajas cuando la casa está a oscuras”
“un visitante, llegado para castigarme, precisamente en este día”
(me acordé del film francés “CACHÉ” [“escondido” en español]. 2005 dir. M. Haneke, lo proyectaron en el último festival de cine francés) Si, uno siente culpa de la miseria material de los demás y no sabe porqué, - sin tenerla, por supuesto-, se sospecha que se es perpetuamente perseguido por alguien al que darle cuentas.
Siento tristeza a propósito del mundo, de la existencia humana, diría Woody Allen.
En un principio el inesperado huésped de la parte trasera de la casa, sólo marca una presencia, un imperceptible y extraño olor. Aun así, ella, se expone más a lo infrahumano, ve su derredor infame, bañado de pura miseria, pero, toca la felicidad. ¡Toca la felicidad en la miseria! A veces la vida se comporta así, dificultosa pero bella contradicción, desechemos esa moraleja. Si cada quien escribe desde su lugar, entonces desde los ojos de Coetzee la miseria parece terciopelo. Y Coetzee, descontando pretender la certeza, descontando resentir una célula originaria del mal.
Sudáfrica sin aspavientos políticos, pero sin tregua a la miseria, todo es peor, a nadie le puede importar la muerte ni de ella ni de un mendigo.
El libro es una larga carta a la hija casada que vive en un país de abundancia, por allí, por Norteamérica, insiste que en realidad se está escribiendo a ella misma. Trata de encontrar su inexistente cura, su tratamiento imposible.
Termino el libro, no hay respuesta, no la hay. Nadie le responde.
“¡Qué fácil es amar a un niño y qué difícil amar a eso en lo que se convierte un niño!”
Coetzee [la edad de hierro]
Hace una semana lo creía así, en algún lugar de este poderoso libro rueda esa frase, hoy me parece distinto, creo que es más fácil amar a aquello en lo que se convierte ese niño, supongo que me entendería más.
Otra pregunta para A. Barrera Tyszka
¿Cuál es el mejor libro que ha leído?
-Por suerte, con el tiempo, a medida que vamos cambiando, también los libros van transformándose, variando. Incluso el mismo libro, leído en diferentes momentos, es otro, siempre. Ni mejor ni peor. Extraordinario.
viernes, 29 de junio de 2007
palabras de Coetzee al recibir el nobel en el 2003
Sus Majestades, Sus altezas reales, Damas y Caballeros; Huespedes Distinguidos, Amigos
El otro día, de repente, mientras hablábamos acerca de algo completamente diferente, mi compañera Dorothy dijo lo siguiente: "por otra parte," dijo ella, "por otra parte, ¡que orgullosa se habría puesto tu madre! ¡que pena que no esté viva! ¡y tu padre también! ¡que orgullosos habrían estado de tí!""¿Más orgullosos que de mi hijo el doctor?" dije. "¿Más orgullosos que de mi hijo el profesor?" "Más orgullosos."
"Si mi madre estuviera aún viva," dije "tendría 99 años y medio.
Probablemente tendría demencia senil. No sabría lo que está pasando alrededor de ella." Claro que no ví su punto. Dorothy tenía razón. Mi madre habría estado henchida de orgullo. Mi hijo el ganador del premio Nobel. ¿Y para quien, de todas maneras, hacemos las cosas que llevan a Premios Nobel si no es por nuestras madres?.
"Mami, mami, gané un premio!"
"Eso es maravilloso, hijo. Ahora cómete tus zanahorias antes que se enfríen.""Por qué nuestras madres deben tener 99 años y haber pasado ya rato en la tumba antes que podamos llegar a casa enseñándoles un premio que compense todos los problemas que somos para ellas?"
Para Alfred Nobel, 107 años en la tumba, y para la Fundación que tan fielmente administra su voluntad y que ha creado esta tarde maravillosa para nosotros, mi más sincera gratitud. A mis padres, como lamento que no puedan estar aquí.
Gracias.
J.M. Coetzee
Traducción: Antonio Rueda ©