" En este mundo dominado por el mal, nadie se salva por la Fe, sino por el conocimiento" Gnósticos
sábado, 25 de agosto de 2007
DESGRACIADESGRACIADESGRACIA
perro semihundido GOYA 1821-23
- Estoy de acuerdo: es humillante, pero tal vez ese sea un buen punto de partida. Tal vez sea eso lo que debo aprender a aceptar. Empezar de cero, sin nada de nada. No con nada de nada, sino sin nada. Sin nada. Sin tarjetas, sin armas, sin tierra, sin derechos, sin dignidad.
-Como un perro.
-Pues sí, como un perro.
lucy y david en Desgracia
DESGRACIA J. M. Coetzee.
“...nos odiamos sin remedio; que la palabra nos salva, si acaso, del suicidio..”
Coetzee
“Supongo que he caído en desgracia” afirma David Lurie, un poco antes de su segunda gran desgracia. Era de preverse, lo escrito corría hacia allá. Cuando su ex esposa se solidariza en el conflicto universitario y hablan de la hija de David, ya una gran parte estaba consumada en mis “malos” pensamientos. Sin embargo, el que una historia sea previsible, no quiere decir -al menos para mi- que sea inservible. Esta historia ya a sabiendas, nos sorprende en cada una de sus páginas, nos conduce junto a la infame realidad africana por un interés en su tratamiento como novela. Las palabras de Coetzee van por delante de cualquier situación sea predecible o no. Su manera de procurar cada frase asombra aunque se la espere. Cada pensamiento de David, cada uno de Lucy, irremediablemente nos atrapan.
‘Es de esperarse’, me dije una vez más, cuando Lucy vive su horror. La Desgracia del profesor David contada literalmente casi como en guión de cine (la guía sin pecado), es decir poco uso del gerundio, un estricto presente continuo por doquier, sin mayores adornos literarios, con reflexiones al extremo absolutistas, rodeado de propuestas que el entorno le grita a este protagonista intelectual una y otra vez, casi lo deja a uno sin aliento, sin pausa a la respiración siguiente. Uno pide tregua, tiento al menos. El tono singular de Coetzee convierte lo petrificado de esa tragedia común de la Africanía, en una lectura apasionante sin abandonar su horror frontal. “Al fin de cuentas, esto es África” dirá por un momento David. Casi alcanza a pronunciar, al fin y al cabo esto es el infierno. Una vez más Coetzee muestra que no es ningún petimetre de las letras.
Al terminar el ‘festejo’ de Petrus, se dan una serie de interrogantes con un casco de reflexiones más bien difusas en las que el iracundo David aparenta perder la perspectiva de su vida. David se acerca lo mas que puede a la desgracia por no
abandonar a su hija. Se limita a liberar a los animales de su desdicha, coopera para sus muertes, en algún momento enfatiza su sincera labor, y en un intento por evitar la sensiblería dice: “¿por qué fingir que es un camarada, cuando en realidad es un asesino?”
A todas estas, es muy posible que la desgracia verdadera sea el hecho de vivir en ese letal lugar africano donde subyace a flor de piel el todos contra todos, aunque Coetzee nos eche en cara: “No soy el representante de una comunidad ni nada que se le parezca, soy alguien que tiene noción de la libertad, como la tiene cualquier prisionero encadenado y que construye representaciones de gente que se libera y ve la luz”.
Tal vez la desgracia consiste en no más que la semejanza que lima la intemperie tanto a los hombres como a los animales.
Por un momento, y antes de su pesadilla, Lucy le dice a su papá: ...”no existe esa vida mejor. Esta es la única posible. Y la compartimos con los animales, por cierto.”
Luego al suceso mayor, la tempestad de estos personajes gira y agrieta su estrecha relación. David no se ha percatado aun que hay un camino casi circular que debe pagar por sus crímenes, allí la situación se colorea de un juicio que a mi manera de ver pierde hasta en lo verosímil. La historia con su alumna de marras y él, no fue lo suficientemente atroz como para que David arrastre semejante suplicio. Y, en todo caso al final cobra un carácter de una telenovela cuyos castigos caen como naipes uno tras otro. Diría Bolaño “todos pequeños, todos jodidos”
Y, Lucy queda embarazada, ¡válgame Dios! Es otro cuento nuevo que habrá de conmovernos. Bien, el beneficio de la duda al gran Coetzee, esta historia puede interpretarse desde distintas visiones. Los cuentos son desentrañables. Puedo incluso rehacer estos párrafos de nuevo, y agregarle lo de Byron, lo de Pollux, lo de Driepoot, lo del perdón tan buscado en David, que lo vemos en el inicio de la novela y en el encuentro final con el Sr.Isaac.... Pero, el que más me sobresalta, es este.
Para mi, la historia acaba o culmina en una vandálica pero fuerte reflexión en palabras de Lucy, al momento de reconocer el supuesto automóvil robado. Ella cree que enfrentará su rostro con los dos hombres que la deshicieron. Al sentirse turbada por el encuentro imaginado, agrega en un tour de force:
“- Fue algo tan personal... – dice-. Lo hicieron con tanto odio, de una manera tan personal....Eso fue lo que más me asombró. Lo demás... Lo demás casi era de esperar. ¿Por qué me odiaban tanto? Yo ni siquiera los había visto en toda la vida....Fue la historia lo que habló a través de ellos...Una historia llena de errores. Míralo de esa manera, puede que te ayude. Tal vez te pareciera algo personal, pero no lo fue. Fue algo heredado de los ancestros.....Eso me lo pone más fácil. El sobresalto no desaparece. Me refiero al sobresalto que te produce el sentirte tan odiada. Durante el acto”
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