" En este mundo dominado por el mal, nadie se salva por la Fe, sino por el conocimiento" Gnósticos
viernes, 4 de mayo de 2007
Leyendo “Llamadas telefónicas” de Bolaño.
Es difícil escribir sobre una obra de un escritor y ponerse a tono. Más aún si es famoso. Sobretodo plantearte que dirás algo (y no sé a quien) que interese a alguien (que es mucho pedir), o quizás pensar si habrá algo por el cual interesar a un posible lector. Quizás.
De las obras de Roberto Bolaño leí el libro de cuentos “Llamadas telefónicas” y lo disfruté con una ligera sensación (no tan ligera pero si un tanto) de estar atrapada en una lectura demarcada por un escritor inteligente que no te deja ir demasiado lejos pero tampoco te deja estar demasiado cerca. Podríamos decir que tiene al lector ahí donde él quiere que esté. No le permite mucho entusiasmo, ni subir el volumen, ni tener a la vista abundante color. Cuando me emocionaba por lo que leía, Bolaño me devolvía a su relato. Con una simpleza pero como una fuerza para no dejarme ir. Sólo ahí. Eran extrañas las sensaciones en esta lectura, me sentí retenida en cada una de las muertes, en las fosas del cementerio, en esa mujer Clara que tal vez amó pero que ya no ama y que vive en él en los susurros de sus infortunios amorosos, en lo anodino del Gusano (pero sorprendida de lo que pudieran decir sus lenguas, su camisa ajada y su arma), en ese color gris pálido que no me permitía salir del laberinto que construye Bolaño en su escritura, siempre signado por los intermedios, ni largo ni corto pero siempre manteniéndote atento e interesado, dejándote colgada con sus personajes que (probablemente) no parecen interesarles a alguien, o de los cuales quizás no haya mucho que decir, o con sus situaciones incómodas o intrascendentes, con sus finales abiertos, casi imprecisos. Donde tienes que reconstruir lo que te ha contado porque al parecer no se ha dicho nada. Pero que en lo poco que se ha dicho, se ha dicho todo. Paradójico.
No sé por qué pero me distraje en SENSINI acompañando a Miranda en la búsqueda de unos ojos que brillaban en la oscuridad. Presumo, y no me atrevo a decir que probablemente me equivoque, que ese era el brillo (una linterna) de unos ojos que intentaban mostrar el horror de la muerte en las dictaduras del cono sur. Por cierto, me sentí tras la luz de los ojos de un personaje que no era de este cuento si no de otro “…de los ojos de Gregorio Samsa, que brillaban al fondo de un corredor en tinieblas donde se movían imperceptiblemente los bultos oscuros del terror latinoamericano…”. Siento admiración (pareciera que lo que voy a decir es algo ya dicho antes) por la maestría de Roberto Bolaño al construir de soslayo este Gregorio Sensini para hacer un homenaje a Kafka.
La sensación al terminar de leer este cuento es que Sensini y el narrador son una sola persona, Bolaño.
El cuento “Llamadas telefónicas” me dio por llamarlo cuento algebraico, tal vez por mi cercanía a las matemáticas o quizás simplemente por capricho al ver sus personajes principales: X y B (me imaginaba que eran variables algebraicas que podían ser sustituidas por cualquier nombre). “B está enamorado de X“ así comienza este cuento que es un devenir del desencuentro y de soledad. Se sienten las necesidades precarias y de confusión de lo que vivimos los seres humanos. A veces poco comprensibles por nosotros mismos.
Al seguir leyendo me consigo con el cuento “Detectives”, que es totalmente un solo diálogo (a diferencia del resto de los cuentos). Resuenan en mi, sin explicación alguna, las palabras de Arturo Belano en la cárcel al decidirse mirarse en el espejo y ver qué cara tenía. Él dijo que “no se reconocía”.
Anoche intenté hacer un juego a la manera de Bolaño. Probé a mirarme al espejo después de terminar de leer “Llamadas Telefónicas”. Me asusté un poco con ese pusilánime acto porque, por supuesto, estoy consciente (así quiero creerlo) que no me ha pasado ni una milésima parte de lo que le ocurrió a Arturo Belano en esa cárcel. No ocurrió nada extraordinario tan sólo puedo decir que mientras apareció esa imagen en el espejo, el tiempo de espera, usando una expresión de Bolaño fue una ”eternidad pequeña”.
Miriam Mireles ©
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1 comentario:
Miriam, está buenísimo. No estamos jugando a la candelita, estamos haciendo bien nuestra Sírculo. Sigue escribiendo, no vaya ser que te pase como a la gente que conocemos por ahí que la alaban y “adiós luz que te apagaste”.
Eurídice
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